Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100439
Legislatura: 1902
Sesión: 25 de Octubre de 1902
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 42, 820-821
Tema: Supresión de diócesis

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Tengo un verdadero sentimiento, porque quisiera contestar a mi querido amigo el Sr. Gullón de una manera tan satisfactoria, tan categórica y tan terminante a las preguntas que se ha dignado dirigirme, que no encuentro medio de hacerlo, como yo quisiera, porque el Sr. Gullón comprenderá la situación difícil del Gobierno ante esta cuestión. Refiérese el Sr. Gullón a una Nota, a una noticia publicada por un periódico de Zamora, en la cual se daba a entender que se suprimirán varias diócesis en España, creo que ha dicho que hasta catorce, y dos Arzobispados; y la primera pregunta que ha hecho S. S., es si esa Nota es oficiosa o es oficial, deduciendo luego de esa Nota los argumentos que ha estimado por conveniente exponer al Senado.

Pues bien; yo debo decir a S. S., ante todo, que esa Nota ni es oficial ni es oficiosa, y que llegó a mi conocimiento por algunos periódicos que de esa Nota dieron noticias. De manera que eso no tiene nada absolutamente que ver con las relaciones del Gobierno, y con lo que el Gobierno haya podido hacer o proponer en asunto tan delicado como el que acaba de tratar el Sr. Gullón.

Es posible que ese periódico, pensando en lo que el Gobierno ha podido proponer a la Santa Sede en el proyecto de modificación del Concordato, haya deducido como consecuencia natural la supresión de algunas diócesis. Porque, Sres. Senadores, es tan excesivo el número de diócesis que hay en España, están tan mal distribuidas las existentes, que claro está que, tratándose de algún arreglo con la Santa Sede en este punto o en cualquier otro, lo primero que hay que tratar es de modificar lo existente, porque lo existente no es bueno, y aunque no sea más que como protesta de lo que existe y deseo de mejorarlo, han de hacerse algunas indicaciones por parte del Gobierno sobre ese extremo. De manera que el periódico de Zamora ha podido colegir, y ha colegido con arte y con habilidad, que el Gobierno, una de las cosas que haya podido proponer a la Santa Sede en el proyecto de modificación del Concordato, ha debido ser la supresión de algunas diócesis y la distribución mejor de las que queden. Y con efecto, el periódico tiene razón, porque apenas puede tratarse de un asunto con la Santa Sede que guarde relación con España, que no haya necesidad de proponerla algo respecto de este punto.

El Sr. Gullón confesará, como confesará todo español [821], que en España tenemos muchas diócesis, que sobran bastantes, y que luego están tan mal distribuidas que yo no conozco una división territorial más disparatada que la eclesiástica que hay en España; ¡cómo que hay provincias cuyos habitantes vienen a depender de cuatro Obispados! Eso no se puede sostener; claro está que es difícil remediarlo, pero por lo menos hay que intentarlo, siquiera como protesta de que lo que existe en España no es bueno. Y, en efecto, el Gobierno ha propuesto la supresión de diócesis.

A las observaciones que ha hecho la Santa Sede ha habido ya contestación de parte del Gobierno; y yo no tengo inconveniente en adelantar a S. S. que sobre este punto la Santa Sede ha propuesto, y el Gobierno español ha aceptado, una Comisión mixta nombrada por partes iguales por la Santa Sede y por el Gobierno español, y presidida por un Cardenal, la cual será la que trate esta cuestión y la que, en último resultado, decida qué número de diócesis van a suprimirse. ¿Cuáles van a ser las diócesis que, dentro de este número, se supriman? ¿Dónde o cuándo, o cuándo y cómo? ¡Ah! Esas serán cuestiones a resolver por esa Comisión mixta.

De manera que, como ve el Sr. Gullón, no depende ya del Gobierno la cuestión: la resolución de este problema está encomendada por la Santa Sede y por el Gobierno español (o lo estará, que todavía no se halla definitivamente determinado), a una Comisión mixta compuesta de dos individuos nombrados por la Santa Sede, dos individuos nombrados por el Gobierno español, y presidida por un Cardenal.

¿Cómo va a resolver el asunto esa Comisión? ¡Ah! Ya debe presumir el Sr. Gullón que la ha de resolver con todas aquellas precauciones, con todos aquellos datos que asunto tan interesante requiere.

Supongo yo que tomará las informaciones que el Sr. Gullón desea; supongo yo que oirá a todas las Corporaciones y a todos los que pueden estar interesados en este asunto; tomará repito, todas las precauciones indispensables para resolver el problema en bien de la Iglesia y en interés de la Nación española.

¿Y cree S. S. que puedo decir más sobre este punto? Entiendo que no; porque a mí no me toca en este momento discutir con S. S. esta cuestión; la discusión está encomendada a otras esferas, y creo que la resolverán en justicia, no dudando de las ideas que S. S. pretende han de tenerse presente en la resolución de un asunto tan delicado.

Por lo demás, ya sabe el Sr. Gullón que estas cosas van muy despacio, y que no debe preocuparse ni debe tener impaciencia por el resultado, aun cuando ese resultado pudiera no ser favorable a sus deseos, porque, primero, hay que determinar qué diócesis se van a suprimir, después determinar qué diócesis se van a suprimir, después determinar el número y también hay que determinar cuándo y cómo se van a suprimir, y aun después de acordado esto, es tan difícil el problema, afecta a tantos y tan encontrados intereses, que no se resolverá tan pronto como de desear fuera, y puedo asegurar al Sr. Gullón, que por lo visto tendría una amargura muy grande si el problema se resolviera en contra de sus deseos, porque, naturalmente, se trata de la patria chica a que S. S., dentro de la patria grande, demuestra tales y tan grandes amores, y con razón, que por larga que sea su vida, que yo le deseo que sea mucha y muy feliz, no ha de tener la amargura de ver suprimida la diócesis de Astorga. (Risas.)

De manera, que, vayan las corrientes en el sentido favorable que S. S. desea, vayan en sentido contrario, puede estar tranquilo de que para cuando estas corrientes desfavorables traspasen la valla de sus deseos, han de transcurrir muchos, pero muchos años.

Y con esto creo haber satisfecho, en cuanto mi delicada situación en este asunto me lo permite, los deseos de S. S., y si faltara algo para dar cumplida respuesta a sus preguntas, indíquelo S. S., y lo haré, que así pago yo la amistad que siempre me ha dispensado y la lealtad con que siempre me ha servido. (Muy bien.)



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